Alguien de nosotros reconocerá a una persona que vio anteriormente o a su imagen, aunque la visión en el encuentro anterior o en la imagen no fuera exactamente desde el mismo ángulo en el que aparece ante nuestros ojos ahora. De hecho, es imposible reproducir imágenes o sonidos naturales con una precisión del 100 por ciento. Vemos aproximadamente la misma imagen, escuchamos una voz que nos resulta más o menos conocida y eso nos basta para identificar con certeza el rostro de una persona o su voz.
Pero para la computadora no es tan sencillo. Cualquier pequeño cambio en el ángulo de la fotografía o en la entonación de la voz, le provocará una completa "confusión". Es difícil para un ordenador "comprender" qué cambios son insignificantes en relación a la identificación y cuáles son críticos y de hecho indican que es una persona diferente. Para que la computadora logre la identificación, debe recibir grandísimas cantidades de información sobre la "cara" específica, que cubra todas las posibilidades en las que pueda aparecer la imagen, para que no le quede la opción de "no saber" algo de los datos que examinará en tiempo real.
Recientemente se ha desarrollado software de última generación que logra sortear los problemas de sobrecarga de información que enfrenta la programación tradicional. Permiten que la computadora adquiera conocimientos de manera intuitiva, más similar al aprendizaje humano, y así la máquina, después de haber sido expuesta repetidamente a imágenes faciales o voces, logra reconocer los patrones básicos y relevantes que subyacen a la información. Gracias a estos avances, una cámara "sabe" cómo enfocar la imagen en el rostro del sujeto y sofisticados sistemas informáticos utilizan el reconocimiento de voz para convertir las palabras habladas en texto escrito, e incluso para identificar al hablante.
Y más sobre el tema de la identificación: Durante muchos años, la humanidad tuvo un difícil problema a la hora de identificar a una personalidad especial. No había suficiente información sobre ella ni atajos. Esto resultó en repetidos errores en la identificación del verdadero Mashíaj, el Mashíaj de Hashem. Errores críticos que costaron caros, en sangre judía derramada.
Su identificación estaba reservada para los Tzadikim superiores que no siempre fueron parte de la generación que vivió entonces. Aquí y allá era posible recibir pistas del profeta Eliahu, e incluso entonces, cometer errores, a veces, al comprenderlas. Hace más de 800 años, Rambam lanzó al mundo hacia su Redención cuando, en un paso sin precedentes, definió una serie de criterios claros dentro de los límites de la ley de la Torá sobre quién exactamente debe ser y qué debe hacer: El Mashíaj. Unos 500 años después, el Santo Baal Shem Tov habló con el Mashíaj, y fue instruido de una manera clara y precisa sobre lo que se debe hacer para permitir que el Mashíaj sea revelado.
Hace unos setenta años, con la ascensión del Rebe de Lubavitch al liderazgo del mundo judío, comenzó a quedar claro quién es realmente el Mashíaj.
Hoy en día, ya no hay ningún problema para identificarlo. Basta leer las últimas (por ahora) charlas del Rebe, de los años 5751 y 5752 (1991-2), para comprender que el mayor misterio de la historia finalmente ha sido resuelto.