Hace unos doscientos años, un pastor árabe se instaló en una pequeña zona de las áridas arenas del desierto de la Península Arábiga. Lo único que buscaba era un poco de hierba para su pobre rebaño de cabras. Ni en sus sueños más salvajes imaginó que bajo sus pies se escondía el tercer yacimiento de petróleo y gas natural más grande del mundo. No se le ocurrió que no muchos años después, la renta media per cápita de sus descendientes sería de 98.000 dólares al año, que entre menos de un cuarto de millón de ciudadanos de un diminuto país habría 29.000 millonarios (más que en cualquier otro país del mundo). Que el 85% de sus residentes son ciudadanos extranjeros y representan alrededor del 90% de la fuerza laboral.
Los qataríes originales no trabajan. ¿Y por qué trabajar cuando casi todo es gratis y el fantástico nivel de vida permite fumar narguile y nadar en las frescas aguas de la piscina privada todo el día? La educación es gratuita, pero el enorme centro universitario que se creó con una gran inversión y que tiene sucursales de las mejores universidades del mundo, está casi vacío. También sucede lo mismo con el museo nacional, que se creó con una inversión astronómica y contiene tesoros de valor incalculable.
Al leer estas cosas, con seguridad se nos aparece el pensamiento de ¡Ojalá que nos pase a nosotros! Pero cualquiera que se ubique en un nivel más profundo y más significativo de la vida, es lógico de suponer que no aceptará "cambiar".
En los escritos del Jasidismo y la Cábala, se traza una barrera clara e inconfundible entre este mundo y el mundo venidero. Este mundo es todo lo que conocemos, más o menos. El mundo venidero, tanto cuando te refieres al mundo espiritual, el mundo de las almas, como cuando te refieres a la Redención completa, aquí abajo en nuestro mundo físico, es completamente desconocido para nosotros.
Dicho mundo es descripto en las Escrituras como un nivel de percepción radiante y un placer incalculable que se extiende para siempre, con un nivel de vida, espiritual y físico inimaginable. El término "mundo venidero" describe, básicamente, la recepción de la recompensa por las buenas obras realizadas aquí y ahora, durante todo el tiempo que vivimos en "este mundo".
Y ahora hagamos los cálculos: Por cada cosa buena (Mitzvá) viene una recompensa, para cada uno. Ismael es padre de los árabes y es hijo de la egipcia Agar, también llamada "Ketura" en las fuentes. Ismael fue circuncidado cuando tenía unos 13 años, costumbre que sus descendientes continúan siguiendo. A Ismael y sus hijos les corresponde una recompensa por la Mitzvá de la circuncisión. La reciben en este mundo material y temporal, para que no lo reclamen en el mundo venidero, que es el mundo eterno y significativo.
Lo que está sucediendo en el principado llamado "Qatar" (quizás en honor a su antigua madre "Ketura") es un excelente ejemplo de dicho "ajuste de cuentas". Las riquezas astronómicas que se les han derramado como agua y que derrochan en tonterías a su antojo y financiar al terrorismo, ilustran más que nada, el ritmo acelerado con el que todo el Imperio de Ismael corre hacia el momento en que sus méritos desaparecerán y caducará su recompensa. En el sagrado Zohar está escrito que en ese momento comenzará el reino eterno del Rey Mashíaj y comenzará la nueva era llamada "el mundo venidero". Sólo aquellos cuyos derechos son infinitos vivirán para siempre: El pueblo de Israel.
