Los padres y los médicos se encuentran impotentes frente a las crecientes tasas de obesidad, y su poder es insuficiente para salvarlos. No solo que no tienen tratamientos efectivos para frenar el fenómeno, sino que todos los estudios hasta ahora ni siquiera han arrojado una buena comprensión de los mecanismos subyacentes. Lo que sí está claro es que se trata de un apetito de hambre excesivo que lleva a comer en cantidades que el cuerpo no necesita en absoluto y lo enfrenta aumentando la creación de una variedad de grasas, que son perjudiciales para él, a largo (y corto) plazo.
Muchas personas obesas describen un extraño estado físico y espiritual, en el que hay una sensación de saciedad a punto de estallar por un lado y hambre persistente por el otro. Un hambre que no cede incluso después de grandes cantidades de alimentos ricos en grasas, carbohidratos y calorías.
En una de sus charlas, el Rebe de Lubavitch ER"M habla con amplitud de los sentimientos típicos del fin del exilio. El deseo espiritual de Redención, de verdad y justicia universales rompe los límites de la espiritualidad y alcanza un nivel de un placer material real. El ojo físico anhela ver a Di-s, y la nariz, oler y respirar el aire de la libertad, del Mashíaj.
El hambre del alma por la Comida festiva de la Redención (conocida como "la Seudá del Leviatán y el Shor HaBar") - explica el Rebe - se convierte en un sentimiento de hambre físico que no se puede saciar con ningún otro alimento. Independientemente de la cantidad de comida, sigues hambriento por la comida festiva, la prometida, y no hay forma de satisfacer o calmar tu hambre hasta que llega. Algo dentro de nosotros sabe la verdad y la anhela. Y este hambre es la verdadera explicación psicológica de todos los anhelos, todas las pasiones y deseos, que son un intento desesperado de llenar ese agujero negro interior abierto de par en par. La explicación de todas las búsquedas y tipos de hambre espiritual y físico: Nosotros simplemente anhelamos la Redención.
Según los sabios, la comida festiva de la Redención, la prometida, será para propósitos Divinos y no para la alimentación física, porque en el tiempo de la Redención ya no habrá necesidad de alimentos para vivir, la irradiación Divina no será "envasada" e investida en hidratos de carbono y proteínas materiales, sino que vivirán los cuerpos y las almas sin la "mediación" de la materia orgánica. Entonces se cumplirá abiertamente el versículo: "No sólo de pan vivirá el hombre, sino de lo que sale de la boca de Di-s, vivirá el hombre". Y por ende, todos mantendremos un peso óptimo, almas sanas en cuerpos sanos y mereceremos la vida eterna.