En un poblado judío en Europa oriental vivía un hombre judío malvado y despiadado que solía denunciar y calumniar a sus hermanos judíos al gobierno. Principalmente amaba denunciar y afligir a los grandes sabios de Israel y a los tzadikim (justos) de la generación. Casi siempre no había base para sus calumnias y muchas veces estuvo a punto de traer desgracias a los judíos.
Se reunieron los sabios y determinaron que de acuerdo a la ley de la Torá, este hombre está condenado a muerte.
Entonces, los justos de la generación rezaron por la muerte del malvado, pero las plegarias no fueron aceptadas en el cielo y continuó con sus acusaciones fraudulentas. Aquellos tzadikim sintieron que el tzadik Rabí Zeev Wolf de Zbarazh (1745-1822) protegía al traidor y rezaba por él para que no le aconteciera nada malo.
Por lo tanto, los tzadikim viajaron a la casa de Rabí Zeev a Zbarazh para convencerlo que quite "su protección" sobre aquel malvado.
Llegaron un viernes y el tzadik de Zbarazh los recibió con honores. Los tzadikim le contaron sobre los ataques y calumnias de aquel traidor y sobre cuanto sufrimiento les provoca a los justos de la generación.
Y le dijeron de forma contundente: "Estuvimos analizando y de la descendencia de este malvado no saldrá ninguna persona justa hasta el final de todas las generaciones, por lo tanto no hay ningún impedimento de rezar para su muerte, pero todas nuestras plegarias no tuvieron efecto por el hilo de bondad que usted atrae sobre esta persona".
Rabí Zeev prestó atención a las demandas y se sumergió en sus pensamientos. Al final se levantó de su lugar y dijo con una sonrisa:
"Sobre el tema de maldecir a un hombre judío, no tengo porque apurarme, pues, ¿está sería una buena preparación para el sagrado Shabat? Si escuchan mi voz, dejen esta tarea por el momento y quédense a pasar conmigo Shabat en mi casa, luego veremos que hacer".
Sin elección los justos se quedaron en la casa de Rabí Zeev a pasar Shabat. En la noche de Shabat en el momento de la cena, ellos le mencionaron otra vez el tema, pero Rabí Zeev no respondió. Esto se repitió al otro día en la comida del mediodía y por la tarde en la tercera comida de Shabat. Rabí Zeev siguió guardando silencio.
El domingo por la mañana, los tzadikim ingresaron al despacho de Rabí Zeev y le expresaron su preocupación: "Rabí, nosotros le pedimos que acepte nuestras súplicas y a través de esto se santificará el nombre de Di-s de forma pública, según como está escrito: "Di-s cuida a todos sus amados" por medio de que "elimina a todos los malvados".
El rostro de Rabí Zeev resplandeció de luz acompañado de una tenue sonrisa en sus labios y les dijo: "Escuchen, grupo sagrado, sobre el día que aparecerá el rey Mashíaj y redimirá a Israel, dice el rey David en los Tehilim: "Le traerán un regalo al temor", o sea, que los líderes del mundo le llevaron un regalo a nuestro justo Mashíaj, ¿qué regalo le darán a él?".
Los presentes quedaron en silencio esperando las palabras de Rabí Zeev.
"Si ustedes no saben, Zeev les dirá a ustedes la respuesta", dijo el tzadik.
Antes de que venga el Mashíaj, nuestros hermanos judíos estarán perturbados por su sustento más allá de los razonable. El vendedor de tela estará en su negocio y medirá la tela, el dueño de un bar estará tras el mostrador sirviendo bebidas a los clientes.
En el medio del trabajo se escuchará de repente, un gran alboroto desde la calle. El dueño del bar le preguntará al cliente cuál es la causa del ruido que oye en ese instante, el cliente se encogerá de hombros y no sabrá responder nada sobre lo que sucede.
Mientras tanto, irá creciendo el alboroto y el cliente saldrá afuera del local y encontrará multitudes de judíos, hombres, mujeres y niños, sabios y gente simple, todos corriendo con mucho apuro. Éste les dirá: Esperen un minuto, ¿qué pasó?
"¿Cómo tu no sabes?, le dirán mientras corren, "¡Vino el Mashíaj!".
Y el continuará preguntando: "¿Hacia dónde van?
""Corremos a la sinagoga y al centro de estudios, para hacer una plegaria más, decir otro capítulo de Tehilim, estudiar otra página de la Guemará, pues sentimos que estamos carentes de Mitzvot y este es el único camino para acercarse a la Santidad, pues el rey Mashíaj no le da importancia a la plata y al oro, sino a la Santidad y a la pureza".
De inmediato, esta persona se sumó a ellos y corrió hacia a la sinagoga.
Mientras tanto, el dueño del bar espera el retorno del cliente para que reciba la bebida que solicitó.
De pronto, atraviesa el espacio un fuerte sonido de un Shofar, y el dueño del bar salta de su lugar y sale afuera para ver que sucedió. Cuando se enteró que el Mashíaj llegó, se apuró a sumarse al grupo de judíos que corría a la sinagoga.
En aquel momento miles de judíos invadían la sinagoga y volcaban su alma, con plegarias, llanto y retorno a Di-s. Repentinamente, llegó una gran nube y el Mashíaj eligió a algunos afortunados y los llevó con él, una voz anunció que todo judío que logré una Teshuvá completa será elegido para ingresar al área personal del Mashíaj. Quienes quedaron afuera, elevaron sus voces y con grandes lágrimas clamaron desde lo profundo de sus corazones: "Amo del universo, ¿qué pasará con nosotros, nos quedaremos por siempre en el exilio?
Sus corazones se abrirán por el arrepentimiento hasta que la nube vendrá por segunda vez y se llevará a otros judíos, los que lograron volver, en verdad, a Di-s con todos sus corazones. Otra vez quienes quedaron, comenzaron a llorar y a suplicar con la voz quebrada, sobre cuando vendrá la nube por tercera vez y recopilará a quienes quedaron al margen y ahora lograron llegar a ser íntegros y volver a Di-s. Así la nube vendrá una y otra vez hasta que junte a todos los judíos, luego de que hayan hecho una Teshuvá completa.
Cuando las naciones del mundo escuchen el sonido del Shofar del Mashíaj, entrarán en un terrible pánico, todas temerán de que quizás venga el Mashíaj a vengarse de ellas por todos los sufrimientos que afligieron al pueblo de Israel en el transcurso de todos los años del exilio.
Se reunirán entonces los líderes mundiales a buscar ideas sobre como eximirse de la furia del rey Mashíaj. Los sabios de las naciones expresarán su opinión, cada uno según su visión. Uno propondrá sobornar al Mashíaj con grandes riquezas, otro regalarle piedras preciosas y perlas, otro darle extensiones de tierra y otro prosternarse frente a él.
En un instante específico, el más inteligente de todos dirá: "Sepan que todas vuestras palabras son vanas y vacías de contenido, pues el rey Mashíaj no necesita de vuestros regalos, pues tiene el poder de darnos batalla, destruirnos en un minuto y tomar toda la riqueza que acumulamos y todas nuestras tierras sin ningún tipo de impedimento. ¡Todos los obsequios que puedan existir no son considerados por él! Pero este es mi consejo, debemos enviarle lo más preciado a sus ojos, hay que enviarle ¡un judío de regalo! Lo pondremos en una carroza hermosa, le pondremos una corona en su cabeza y todos los reyes colgarán sus coronas alrededor de él. Así le mostraremos al Mashíaj que nos sometemos a él, quizás con esto, quien dice, lo apaciguamos".
Las palabras de este sabio ingresaron a los corazones de los líderes mundiales y de inmediato ordenaron buscar a un judío para dárselo como regalo al Mashíaj. Pero, ya para ese tiempo no había ningún judío en el exilio, pues todos hicieron Teshuvá y la nube los llevó hacia el rey Mashíaj. ¿Quién iba a ser el tonto que se quedará en el extranjero?
El tzadik, Rabí Zeev continuó relatando:
Luego de intensas búsquedas, los reyes hallaron a un judío malvado, aislado, con el corazón petrificado y obstinado como el hierro que no tiene diálogo con ningún judío y ningún contacto con el rey Mashíaj. Ellos hallaron al traidor, quien los calumnia y ustedes quieren en este momento, maldecir. De inmediato los reyes lo sentaron en la carroza hermosa, le pusieron una corona sobre su cabeza, lo rodearon con sus propias coronas y lo prepararon con grandes honores hacia el rey Mashíaj, tal como dice el versículo "le enviarán un regalo a su temor".
Cuando llegaron los líderes mundiales frente al palacio del rey Mashíaj, anunciaron que todos los reyes de oriente y occidente vienen a darle la bienvenida al Mashíaj, inclinarse ante él y entregarle un regalo especial.
Los tzadikim se reirán con fuerza y dirán: "¿Y qué regalo, los reyes del mundo pueden traer para apaciguar la mente del rey Mashíaj? Incluso el rey Mashíaj preguntará: ¿Cuál es el regalo?
Los reyes responderán al unísono; ¡Un judío!
Entonces se levantará el rey Mashíaj y dirá: "¿Un judío? ¡Este es un regalo grande e importante para mí, pues también el peor judío es especial y lo más preciado de todo!
El tzadik, Rabí Zeev de Zbarazh culminó su historia diciendo:
"¡¡Y a este regalo tan importante, ustedes quieren que lo maldiga!!".
(Divrei Shalom, página 144, Rabenu HaKadosh de Shinova, Rabí Iejezkel Shraga Halberstam 1813-1898)
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