Una persona totalmente descreída, increpó al sagrado Rebe, Rabí Levi Itzjak de Berdichev: "Incluso nuestros Tanaím (sabios de la Mishná) y los grandes sabios de la antigüedad fueron presa de los errores, tu observas que Rabí Akiva creyó que Bar Kojba era el rey Mashíaj y al final murió...".
Rabí Levi Itzjak sonrió y le contestó con un ejemplo:
"Cuando el hijo único del zar se enfermó, fueron convocados los médicos para saber que hacer con el príncipe. El primer medicó aconsejó que coloquen un ungüento ardiente en una venda y la coloquen sobre la piel del enfermo. Pero otro médico se opuso y
argumentó que el joven estaba muy débil como para resistir los fuertes dolores provocados por el ungüento. Frente a esto, un tercer médico aconsejó darle anestesia, pero un cuarto médico se opuso, por el temor de que la anestesia debilite el corazón del enfermo. Se levantó un quinto médico y propuso que vayan dándole de a poco, una poción de anestesia, una cuchara cada varias horas. Cuando el príncipe se despierte y sienta los dolores, se le dará otra cuchara adicional para que duerma."Así se aplica también esta cuestión a los hijos de Israel", concluyó Rabí Levi Itzjak. "Cuando Hashem observó que el alma del pueblo de Israel estaba enferma, la envolvió con la venda ardiente del exilio, pero, para que pueda soportar el yugo y el dolor del exilio, Hashem, Bendito Sea, colocó un sueño bloqueante para dormir a los sentidos, pero, para que no se destruya por completo la esperanza del pueblo de Israel, lo despertaba una vez cada tanto con una esperanza vana de un falso mesías y luego lo anestesiaba otra vez".
Rabí Levi Itzjak concluyó: "Así acostumbra Hashem, hasta que pase la noche larga del exilio, pues luego vendrá y aparecerá el Mashíaj verdadero. Para este fin, incluso los ojos de los sabios están golpeados con ceguera". (Niflaot Beit Levi)