Hipotético río Sambation al norte de Afganistán |
¿Quiénes eran las diez tribus y
cuándo y por qué desaparecieron?
En la época de la destrucción del
primer Beit HaMikdash, el pueblo de Israel sufrió varios exilios y calamidades.
Uno de los exilios es el “el exilio de Ashur (Asiria)”, en el cual fueron
desterradas las diez tribus del pueblo, lejos de la tierra de Israel hacia un
lugar desconocido.
Hasta hoy no conocemos donde está el
lugar de alojamiento de las diez tribus y qué les sucedió, solo con la llegada
del Mashíaj pronto en nuestros días, mereceremos volver a unificarnos con ellas
como al principio.
Y así, luego de que Rabí Jaim Ben
Atar escuchó esta noticia,
comenzó a intentar dilucidar e investigar el lugar donde se hallan, pero la búsqueda no dio sus frutos. Tomó la decisión de realizar ochenta y nueve ayunos, como el valor numérico de la palabra hebrea “Pada” que significa rescate y producir distintas fusiones de espiritualidad para producir efecto en los mundos superiores con la condición de que se compadezcan de él y le revelen el lugar.
comenzó a intentar dilucidar e investigar el lugar donde se hallan, pero la búsqueda no dio sus frutos. Tomó la decisión de realizar ochenta y nueve ayunos, como el valor numérico de la palabra hebrea “Pada” que significa rescate y producir distintas fusiones de espiritualidad para producir efecto en los mundos superiores con la condición de que se compadezcan de él y le revelen el lugar.
Y ciertamente, luego de una
purificación y una santificación a lo largo de un extenso período, le
informaron desde los cielos como tendrá el mérito de concretar su búsqueda.
Rabí Jaim se preparó con emoción
para este deseado encuentro con los miembros de las diez tribus perdidas. Rezó
a Di-s para que lo ayude en su misión y salió hacia un largo camino. Muchos
días Rabí Jaim anduvo por aquel camino que le revelaron desde los cielos hasta
que en una víspera de Shabat llegó a un bosque de grandes dimensiones. Tomó la
decisión de adentrase en el bosque y buscar un lugar acorde para pasar Shabat.
Luego de marchar un tramo de camino
entre árboles frondosos, se asustó un poco al distinguir un hombre de gran
altura que se dedicaba a cortar leña. “¡En honor del sagrado Shabat!” anunciaba,
mientras colocaba un paquete de leños sobre sus hombros.
Cuando estaba listo para irse, se
topó con la mirada de Rabí Jaim y su boca quedó abierta por la sorpresa.
“¿Quién eres tú y de dónde has venido?” le preguntó. “¡Desde el exilio de Ashur
ningún hombre ha caminado por aquí!”.
“Soy judío” contestó Rabí Jaim, que
se llenó de alegría al darse cuenta que logró llegar al lugar correcto. “Fui
enviado desde los cielos en una misión importante, que no puedo revelarte en
este momento”, agregó.
Este hombre le respondió: “¡Siendo
así, te llevaré de nuestro líder, quién indicará que hacer contigo, pues de
acuerdo a nuestras leyes, quién penetra a nuestro reino tiene en primera
instancia pena de muerte!, pero ahora ya es tarde y Shabat se acerca, por ello
ven conmigo al Beit HaMidrash y luego vendrás a comer las comidas sabáticas a
mi casa”.
En camino al Beit HaMidrash le
preguntó Rabí Jaim a este hombre sobre lo que sucedió con las diez tribus y
cuál era su situación en ese momento.
“Vivimos en esta tierra y ninguna
nación o lenguaje nos domina, sino tenemos un líder propio que es quien nos
dirige. Aquí vivimos con seguridad y cuando salimos a la guerra, nadie puede
hacernos frente, pues es grande y numerosa nuestra población”, le respondió el
hombre.
Mientras que hablaban llegaron los
dos al Beit HaMidrash, donde ya se habían reunido las personas del lugar para
la plegaria de Shabat. Rabí Jaim distinguió que eran todas personas de gran
altura, tal como el hombre que conoció en el bosque y que lo invitó a disfrutar
las comidas de Shabat en su casa.
Las personas que rezaban observaban
con gran sorpresa a este hombre extraño “de baja estatura”, que apareció de
pronto en el Beit HaMidrash. “”De donde llegó este hombre y como tuvo éxito en
encontrar nuestro lugar?” pensaban en su intimidad.
Incluso el líder se llenó de
sorpresa cuando notó la presencia de Rabí Jaim. Él decidió no darse a conocer a
la visita y no hablar con él ni bueno ni malo hasta la salida de Shabat, cuando
decidiría que hacer con este solitario invasor. Así, Rabí Jaim rezó, como una
persona marginada, observada por miradas curiosas a cada instante.
Pero el hombre que lo encontró en el
bosque no lo abandonó y al final de la plegaria reiteró su invitación
pidiéndole a Rabí Jaim que viniera a comer a su mesa. Luego de comer, Rabí Jaim
comenzó a estudiar con gran devoción y una enorme alegría mientras era
observado por las personas de la casa con sorpresa.
En la noche, cuando el líder de las
tribus se acostó a dormir, tuvo un sueño alarmante. En su sueño se reveló su
padre desde el mundo de la verdad, con un rostro ofuscado reprimiéndolo con las
siguientes palabras: “¡Oy, hijo, lo que hoy has arruinado. Este judío extraño
que apareció en vuestro lugar, no es sino, el elevado tzadik, el más grande de
su generación, Rabí Jaim ben Atar, que llegó con una misión sagrada desde la
tierra de Israel! Por cuanto que has despreciado su honor y no te diste a
conocer, esto se te ha considerado como un pecado y por esto fui sancionado
incluso yo mismo, en el mundo superior, y desde la alta categoría a la que tuve
el mérito de acceder, fui descendido a una categoría baja, lo que me provocó
mucho sufrimiento. Por ello he venido a advertirte, hijo mío, que vayas de
inmediato a ver a este tzadik sagrado y ¡le pidas disculpas pues has herido su
honor!”.
El líder de las tribus se despertó
de su sueño con un gran pánico. Enseguida corrió a buscar a Rabí Jaim por las
calles de la ciudad. Cuanto se sorprendió el anfitrión al ver a su líder
conductor tirado sobre los pies del invitado extraño, pidiendo perdón con
grandes lágrimas.
“Por favor, perdóname sagrado Rabí,
porque no me conduje contigo con el honor requerido” suplicaba el líder de las
tribus. Rabí Jaim se levantó y le dijo con una voz tranquilizadora: “Te
perdoné, hijo mío, te perdoné y no hay ningún resentimiento en mi corazón hacia
ti”. Pero a pesar de esto, en los cielos hubo un juicio sobre el honor a Rabí
Jaim y el líder de las tribus fue castigado por el desprecio con que se condujo
y al otro día a la mañana este hombre partió de este mundo repentinamente
provocando estupor en todos. Un pesado duelo cayó sobre la gente de las diez
tribus que entendieron que había relación entre los acontecimientos que
sucedieron.
El nombre de Rabí Jaim fue
enaltecido en la boca de todos como una Santidad superior, pues desde los
cielos demandaron por la ofensa que recibió sin demoras. La gente de la
comunidad comenzó a reconocer su rectitud e incluso reveló su gran sabiduría en
la Torá y en la Halajá.
Pero a pesar de la gran ponderación
que comenzaron las personas de las diez tribus a brindarle a él, sintió Rabí
Jaim que no era el momento acorde para revelarles la finalidad de su llegada y
activar junto a ellos el modo de acelerar la Redención. Con sus fuerzas
espirituales, Rabí Jaim entendió que debía desplazar la ejecución de la misión
para otro momento y por ello decidió volver a su hogar. Las personas de la
comunidad se despidieron de él con gran honor y no ocultaban su gran desazón.
De hecho, este no era un momento apto para la Redención y desde los cielos
detuvieron el final.Colabora con la difusión de Mashíaj y dona a través de PayPal a la cuenta vienemashiaj@gmail.com