en apariencia, el contenido de la haftará contradice al contenido de la parashá. En la parashá vaigash, cuando Iehudá se acerca a Iosef, la situación es que Iosef es el dirigente y Iehudá se le quiere rebelar, mientras que la haftará puntualiza el dominio de Iehudá por sobre Iosef (Iejezkel 37, 14 en adelante): “mi siervo David” – el Mashíaj, quien sale de Iehudá – es “rey sobre ellos”, incluyendo a Iosef, y será “príncipe para ellos por siempre”!
La explicación del tema es: Esta posición de las cosas es vista solo en una observación superficial, pero en la profundidad del tema, también nuestra parshá trae a expresión la superioridad de Iehudá por sobre Iosef. Aunque en acción Iosef era el virrey y fuera de él “no levantará persona su mano o su pierna en toda la tierra de Egipto” (Bereshit 40, 44), pero el poderoso acercamiento de Iehudá hacia él, expresado en las palabras de Iosef, comprueba justamente la fuerza de Iehudá.
Este poderío de Iehudá, quien no se impresionó con el hecho de que Iosef era el virrey, y aún así tomó coraje y se irguió frente a él y habló “duramente” – eso allanó el camino a los hijos de Israel, para que puedan descender después a Egipto sin estar doblegados al dominio egipcio, y por el contrario, justamente allí se fortificaron y se convirtieron en un pueblo fuerte y numeroso.
Y de aquí nos hacemos la pregunta, ¿por qué necesitaba el pueblo de Israel el poderío de Iehudá y no le era suficiente con la fuerza de Iosef, quien también era hijo de Iaakov y hasta llegar a ser “el dirigente sobre la tierra” (Bereshit 42, 6)? Sino que Iosef y Iehudá representan dos niveles de dominio del judío sobre la existencia del mundo:
Iosef representa la integridad a la cual llega el judío dentro de las variables del mundo y la naturaleza, hasta que también dentro del galut se convierte en “virrey”. En contraposición, Iehudá representa la superioridad básica del judío sobre toda la realidad del mundo, hasta que tiene la fuerza de cambiar las leyes del país.
Esta fuerza del judío – la superioridad del judío por sobre las limitaciones de la naturaleza y el mundo – será expresada en su plenitud con la redención completa y auténtica. Por lo tanto el Mashíaj, quien es de la simiente de Iehudá, tiene a la existencia del mundo para apropiarla a la voluntad de Hashem y transformar aún a los pueblos del mundo a “llamar todos con el nombre de Hashem y servirLo unánimemente” (Tzefania 3:9). Iehudá da fuerza a cada judío, para que también en tiempos de galut, afirmándose con fortaleza en la identidad judía espiritual, se pueda ser dueño de la realidad del mundo y también el mundo mismo ayude al judío en sus acciones. Y es esta la preparación para la redención, en la que se cumplirá reveladamente la haftará de nuestra parshá – “y mi siervo David será príncipe para ellos por siempre”.
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