los que debemos esforzarnos: la integridad del pueblo judío, la integridad de la Torá y la integridad de la Tierra de Israel. Si tan solo uno de los tres está incompleto, entonces los otros también sufrirán. Verdadera paz sólo se logrará cuando tengamos la integridad de los tres.
La Torá describe al pueblo de Israel como ish ejad b''lev ejad--- "una persona con un corazón". Esto significa que no sólo debemos pensar sobre el otro, sino sentir por el otro. No podemos vernos como entidades separadas, sino comprender que cada judío es una parte vital de la totalidad del pueblo judías. El pueblo judío se ve como un cuerpo. Así como un cuerpo se compone de varios miembros, músculos y órganos, así también, el pueblo judío se compone de millones de hombres, mujeres y niños, cada uno necesario para contribuir con sus habilidades, talentos y personalidad particulares, al todo comunal. Porque somos un cuerpo, cuando incluso la parte más pequeña de nuestro cuerpo duele, el cuerpo entero sufre: una astilla diminuta en nuestro dedo pequeño de pie, puede distraer toda nuestra atención, al punto de que la astilla es más importante que nuestra capacidad de caminar, correr, comer, pensar y funcionar. Éste es el significado del amor: que lo que es importante y significativo a uno de nosotros, se respeta y siente por el otro. Cada judío comparte una unión y conexión que pueden, a veces, estar profundamente oculta--pero eso es precisamente el por qué duele tanto. Peor que el sincero enojo entre quienes deben ser íntimos, es cuando una o ambas partes son totalmente apáticas. Si discutimos y peleamos, por lo menos mostramos que nos interesa. Si somos fríos, entonces estamos tan distantes que nada nos mueve. Hemos alcanzado un nivel tan bajo que ni siquiera nos damos cuenta que somos todos una familia. Más aún, hemos "comprado" la creencia de los medios de comunicación que realmente somos nuestros propios enemigos. En Shavuot todo el pueblo judío estuvo de pie en el Monte Sinai y recibió la Torá. Aprendemos que no sólo nuestros antepasados estuvieron presentes--cada hombre, mujer y niño, incluso los bebés recién nacidos de esa generación--sino también el alma de cada judío, de cada generación de la historia. Nuestros Sabios nos enseñan que si una sola alma judía hubiera estado ausente de Sinai, Di-s no podría habernos elegido como Su pueblo y darnos la Torá. No podríamos habernos vuelto el "Pueblo de Israel.".
De la misma manera que el pueblo judío necesitan estar shalem, entero y completo, también nuestra Torá. La Torá no es una enciclopedia que puede se puede elegir y tomarse aleatoriamente en pedazos. Es un rollo, un continuo que abarca nuestras vidas, y cada una de sus letras dentro de ella deben estar completas, porque la verdad sólo es verdad en su totalidad. En el nivel más físico, si incluso una sola letra en un pergamino de Torá falta, está dañada o incompleta, la Torá entera es inválida. No puede leerse o usarse en forma alguna. De la misma manera, Maimonides cuenta como uno de los trece principios del Judaísmo el principio que negar la verdad y divinidad de incluso una sola palabra de la Torá, es negar la totalidad de la Torá. Ya que negar una parte de la Torá es negar la verdad de su integridad. De ahí que aprendemos que cada judío está representado por una letra en la Torá. En otras palabras, la totalidad del pueblo judío y la integridad de la Torá se entrelazan. Cada judío es íntegro a la totalidad de la Torá, y nuestro compromiso con la Torá es cómo logramos la integridad como pueblo.
Una vez que reconocemos la integridad de la Torá y la integridad del pueblo judío--sólo entonces podemos valorar la idea de la totalidad de la Tierra de Israel. La Torá nos enseña que cada judío posee una porción de la Tierra de Israel y se conecta para siempre a la tierra, sin importart dónde vivan. Ya que la Tierra de Israel es el regalo eterno de Di-s al pueblo judío. Es parte integral de nuestra misión divina como un lugar imbuido con la santidad y las cualidades espirituales especiales que nos hacen florecer como personas y servir como la luz de Di-s entre las naciones. Finalmente, ésta es nuestra única y verdadera demanda sobre la Tierra de Israel. La tierra no es nuestra porque Lord Balfour lo declaró en 1917 o porque la ONU lo votó en 1947; ni siquiera es nuestra porque hayamos vivido allí por miles de años o porque "merezcamos" una patria luego del Holocausto. Éstos pueden ser todos argumentos válidos, pero los demás pueden presentar argumentos en contra. La Tierra de Israel es nuestra porque el Creador lo declaró en su Torá que la Tierra de Israel es la herencia eterna del pueblo de Israel. Cada metro cuadrado de la tierra es parte integral a su totalidad, como lo es cada letra a la totalidad de la Torá y cada judío a la totalidad del pueblo.
Sí, el camino hacia la paz requiere una solución negociada. Cuando nos encontramos en discordia con otros, debemos prepararnos para reexaminar nuestra conducta, nuestros deseos y nuestros preconceptos, así como una perspectiva de nosotros y de otros. Ya que toda discordia está basada en la falsedad y la fragmentación--lo contrario de shalom, totalidad y paz. Así que debemos preguntarnos: ¿qué hicimos mal? ¿cómo dañamos la integridad de la cual depende la paz? Debemos abandonar las falsa actitudes y conductas que hemos incorporado al punto de que las llamamos verdaderas y nos convencemos que lo son. Para lograr la paz, debemos primero saber verdaderamente quiénes somos y en qué creemos. En esto, la Torá es nuestra guía: es lo que nos ha mantenido unidos como pueblo y ha asegurado nuestra supervivencia por treinta y tres tumultuosos siglos; es lo que nos da el conocimiento de lo que es verdad y la fuerza para seguir esa verdad. Y como judíos, es nuestra responsabilidad hacer la verdad de la Torá accesible, entendible y hermosa al mundo. El camino hacia la paz verdadera debe predicarse con la verdad; cuando discutimos regalando partes de la Tierra de Israel, estamos negando la verdad, perdiendo toda oportunidad de paz. Cuando tengamos el valor para proclamar la verdad de la Torá francamente al mundo--que la Tierra de Israel pertenece al pueblo judío, y que nosotros, como judíos, no tenemos la autoridad ni la ni la capacidad de rechazar el don divino luego habrá paz, la paz entre nosotros y la paz con nuestros enemigos. Todo ser humano fue creado por el mismo Di-s, y por lo tanto, en el nivel más esencial, cada ser humano en última instancia desea la verdad, y cuando se les presente la verdad, la respetarán y lo aceptarán. Por otro lado, la paz que se basa en la mentira, la paz que se basa en el compromiso de la verdad, nunca puede ser una verdadera paz. Para algo que es falso que nunca es total, y la paz sólo viene de la plenitud. Cuando hablamos de regalar partes de la Tierra de Israel, Di-s no lo quiera, negamos nuestra propia verdad, lo que socava la integridad y la integridad que es la única fuente de verdadera paz. No sólo muestra que no valoramos lo que nos fue dado, sino más aún, que no valoran ni respetan al Dador y el propósito para el cual Él nos dio el regalo. Por lo tanto, no debería ser una sorpresa que si no tenemos sentido de responsabilidad hacia nuestro Creador y nuestra misión en la vida, el siguiente paso es no tener valor de la vida de otro, que es como se hace posible tomar decisiones que claramente se traducirá en la muerte de innumerables víctimas inocentes. Extraído de es.chabad.org de Sara Ester Crispe
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