Cuando pidió Iaakov a Iosef “por favor no me entierres en Egipto” (Bereshit 47:29), le aseguró Iosef (Idem 47, 30): “yo haré como tu dictamen”. Pero Iaakov no se conformó, sino que agregó y pidió: “júrame”, y Iosef contestó, como nos relata la Torá: “y le juró”. ¿Por qué no le era suficiente a Iaakov la promesa de Iosef y exigió también un juramento, acaso temía que Iosef no cumpla sus palabras?
La respuesta surge de la fuerza especial del juramento. El juramento es diferente a la promesa, en el nivel de compromiso que se coloca a la persona. Cuando la persona promete, tiene la intensión de cumplir y cuando llegue el momento hará todo lo que dependa de él para lograrlo; pero
no vive todo el tiempo con el pensamiento sobre la promesa que formuló. En contraposición a esto, cuando la persona jura hacer algo, no distrae su mente de este hecho, siendo conciente de la gravedad del juramento. Nuestro patriarca Iaakov no se conformó con una promesa y exigió a Iosef que le jure, ya que sabía, que para cumplir su pedido podrían ocurrir dificultades y solo por medio de la fuerza del juramento podía lograr Iosef hacer esto.
Vemos una diferencia clara entre Iosef y Iaakov: Iaakov no aceptó ser enterrado en la tierra de Egipto y lo exigió de su hijo (Idem 47, 30): “y me cargarás de Egipto”. En contraposición, el ataúd de Iosef quedó en Egipto y él solo hizo jurar a los hijos de Israel, que cuando llegue el momento de liberación “los redimiré” (Idem 50, 25) lleven sus huesos. A primera vista, la exigencia de nuestro patriarca Iaakov (quien no fue enterrado en Egipto) pareciera una salvación personal, mientras que sus hijos se quedaban allí, en el exilio. Por supuesto que no podemos plantear algo así sobre nuestro patriarca Iaakov, debemos decir que este hecho era para el bien de Israel. Nuestros sabios de bendita memoria dijeron una regla general (Berajot 5:) “Un preso no puede liberarse a sí mismo de la cárcel”. Para que los hijos de Israel puedan salir de Egipto, necesitaban una fuerza externa, que no se encuentre en Egipto y por su intermedio puedan ser liberados de allí. Esto es nuestro patriarca Iaakov. Él se encontraba por encima de Egipto, por encima del exilio. Su lugar no era en Egipto, sino la tierra de Israel y desde allí suministra fuerza a los hijos de Israel que se encuentran en Egipto. En contraposición a esto, Iosef se encuentra en exilio, en Egipto; les da fuerza y firmeza a los hijos de Israel. Por un lado se encuentra en exilio y por otro lado fortalece al pueblo desde adentro. Por lo tanto su ataúd quedó en Egipto. Y su mérito los protegió estando todavía allí. Este es el motivo profundo por qué exigió Iaakov que no sea enterrado en Egipto, mientras que los huesos de Iosef quedaron en Egipto.
Esto explica porque hizo jurar Iaakov a Iosef “y me cargarás de Egipto”. Iaakov sabía, que por la esencia de Iosef (como quien fortalece al pueblo de Israel desde adentro, desde Egipto) pueda querer que también su padre quede en Egipto, para que por su mérito proteja a los hijos de Israel. Por lo tanto le hizo jurar que lo saque de Egipto y entonces no le quedaba otra posibilidad sino cumplir el juramento, sin preguntas e inclinaciones personales.
Encontramos aquí una enseñanza para todo judío: A pesar de que también en el exilio se encuentra la Presencia Divina con nosotros, de todos modos el judío debe gritar: “y me cargarás de Egipto”, con una poderosa fe y confianza desde la profundidad del alma y con esta fuerza tendremos el mérito de ser redimidos muy pronto en nuestros días.
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