El Rebe de Munkatch |
¿Por qué ellos no aceleran la llegada del Mashiaj para que cesen los sufrimientos del pueblo de Israel? Nadie de los allegados supo responder a esta pregunta. Luego que Rabí Levi Itzjak se recuperó uno poco, se dirigió a ellos y les dijo: Cuando un justo llega al Cielo, inmediatamente lo llevan a su lugar en el Paraíso. Ángeles celestiales resplandecientes lo reciben con rostros plenos de amor, lo toman de sus brazos y lo conducen de una “sala” a la otra, hasta que finalmente llega su lugar en el Paraíso. La belleza y la majestuosidad de las esferas celestiales enceguecen a los ojos del justo, y de tanta sorpresa y excitación que esa experiencia espiritual le provoca, rápidamente se olvida de todos los sufrimientos del pueblo de Israel. Le es muy difícil al justo abandonar la majestuosidad de las dimensiones espirituales para ocupar su mente en los sufrimientos de los seres mortales. Todos los asuntos que preocupan a los mortales son vistos como cuestiones superfluas y sin sentido cuando uno llega al Mundo Venidero. Rabí Levi Itzjak reflexionó por unos instantes y entonces les dijo a sus alumnos: Sin embargo, yo les prometo que a mi no me van a enceguecer. Yo no voy a pasearme por las esferas celestiales mientras el pueblo judío está sufriendo en este mundo. No voy a escuchar las voces de los ángeles celestiales que me inciten a avanzar, y no voy a entrar en las puertas del Paraíso. No voy a callar hasta lograr que mis rezos por el bienestar del pueblo de Israel sean recibidos. Cuando Rabí Moshé Teitelbaum escuchó lo que Rabí Levi Itzjak había prometido, les preguntó a quienes lo rodeaban: Y bien, ¿dónde está el gran justo Rabí Levi Itzjak de Berditchev, aquel que prometió que a sus ojos no los iban a lograr enceguecer? Y les respondió: Cuando Rabí Levi Itzjak murió y los ángeles lo fueron a buscar para conducirlo al Paraíso, él se negó a entrar diciéndoles: no quiero vuestro Paraíso, a mi no me van a lograr enceguecer. Deje sufriendo a los judíos en el mundo terrenal, mientras ellos esperan la tan ansiada Redención. No voy a callar. Voy a demandar a Hashem a juicio hasta que finalmente acepte traer al Redentor, y no entraré al Paraíso hasta que no lo envíen. Inmediatamente, prosiguió contando, hubo un gran tumulto entre los ángeles del cielo, pues todos los patriarcas, tanaítas y justos, estaban esperando ansiosos su llegada. Sin embargo, Rabí Levi Itzjak se mantenía firme en su postura. ¿Qué hicieron pues los ángeles? Como ustedes saben, Rabí Levi Itzjak sabía tocar muy bien el violín. Fueron entonces los ángeles celestiales a buscar al Rey David a las puertas del Paraíso, y éste comenzó a tocar hermosas melodías. Comenzó Rabí Levi Itzjak de Berditchev a escuchar aquellas bonitas melodías y poco a poco fue acercándose al umbral del Paraíso, hasta que finalmente lo pasó y las puertas se cerraron tras de él. ¿Y que pasó con Rabí Moshé de Wohl que dijo que como él no sabía nada de música, a él no lo iban a lograr seducir para entrar al Paraíso? Como ustedes saben, a Rabí Moshé de Wohl le gustaba mucho hacer razonamientos lógicos en base a las enseñanzas del Talmud. Cuando Rabí Moshé se negó a entrar en el Paraíso, trajeron a un grupo de sabios a las puertas del Paraíso para que Rabí Moshé de Wohl los escuche. Tuvo de pronto un gran deseo de hacer conocer sus opiniones a aquellos sabios, e inmediatamente comenzó su alocución. Lentamente mientras hablaba, se fue acercando al umbral del Paraíso hasta que finalmente lo paso y las puertas se cerraron tras de él. Finalizó el Rabí de Munkatch diciéndoles: Y así se pasean todos los justos en el Paraíso ante la majestuosidad de la Presencia Divina, olvidándose de nosotros los mortales. De esto aprendemos, que a pesar que los méritos de los justos nos protegen en este mundo y en el mundo venidero, no hay en quién verdaderamente apoyarnos, sino en nuestro Padre Celestial.
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