En el noveno día del mes de Av (Tishá BeAv) ayunamos y guardamos duelo por la destrucción del Gran Templo de Jerusalén. Tanto el Primer Templo (-832 a -422 antes de la era común) como el Segundo (-352 a 68 de la era común), fueron destruidos en esta fecha. El Shabat que precede al día de ayuno se llama "Shabat de Visión" (Shabat Jazón),
pues en éste leemos un capítulo de los Profetas denominado "Visión de Isaías". En el "Shabat de Visión", dice Rabí Leví Itzjak de Berdichev, a todos y cada uno de nosotros se le otorga una visión del tercer y final Templo, una visión que, para parafrasear al Talmud, "aunque nosotros mismos no la vemos, nuestras almas sí la ven". Esta visión evoca una profunda respuesta en nosotros, aun si no estamos conscientemente percatados de la causa de nuestra súbita inspiración.
pues en éste leemos un capítulo de los Profetas denominado "Visión de Isaías". En el "Shabat de Visión", dice Rabí Leví Itzjak de Berdichev, a todos y cada uno de nosotros se le otorga una visión del tercer y final Templo, una visión que, para parafrasear al Talmud, "aunque nosotros mismos no la vemos, nuestras almas sí la ven". Esta visión evoca una profunda respuesta en nosotros, aun si no estamos conscientemente percatados de la causa de nuestra súbita inspiración.
El Gran Templo en Jerusalén es el asiento de la presencia manifiesta de Di-s en el mundo físico. Un principio básico de nuestra fe es que "La tierra está colmada de Su presencia" y "No hay lugar vacío de El"; pero la presencia e involucramiento de Di-s en Su Creación está enmascarada por los en apariencia independientes y arbitrarios caprichos de la naturaleza y la historia.
El Gran Templo era una brecha en la máscara, una ventana a través de la cual Di-s irradiaba Su luz al mundo. Allí, el involucramiento de Di-s con nuestro mundo era manifiestamente mostrada por un edificio en el que los milagros eran parte "natural" de su funcionamiento diario y cuyo espacio mismo expresaba la absoluta condición infinita y todo-saturante del Creador. Allí, Di-s Se mostraba al hombre y el hombre se presentaba ante Di-s.
Dos veces se nos dio el regalo de una morada Divina en nuestro medio. Dos veces fracasamos en la tarea de estar a la altura de este regalo y hemos desterrado la presencia Divina de nuestras vidas. De modo que Di-s construyó para nosotros un Tercer Templo. A diferencia de sus dos predecesores, que eran de construcción humana y por lo tanto sujetos a la degradación por los equívocos del hombre, el Tercer Templo es tan eterno e invencible como su omnipotente arquitecto. Pero Di-s nos ha negado momentáneamente este "tercer traje", confinando su realidad a una esfera celestial más alta, más allá de la vista y experiencia del hombre terrenal.
Cada año, en el "Shabat de Visión", Di-s nos muestra el Tercer Templo. Nuestras almas perciben una visión de un mundo en paz consigo mismo y con su Creador, un mundo bañado por el conocimiento y la conciencia de Di-s, un mundo que ha concretado su potencial Divino de bondad y perfección. Es una visión del Tercer Templo en el cielo -en su estado espiritual- como el tercer traje que el padre del niño ha hecho para éste pero lo retiene de él. Pero también es una visión con una promesa, una visión de un suspendido templo celestial para descender a la tierra, una visión que nos inspira a corregir nuestra conducta y acelerar el día en que la visión espiritual se convierta en una realidad táctil.
A través de estas repetidas visiones, vivir en la presencia Divina se vuelve cada vez más una "segunda naturaleza" en nosotros, elevándonos progresivamente al estado de mérito para experimentar lo Divino en nuestras vidas diarias.
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