Hay dos posiciones que una persona puede asumir contra el mal. Una es simplemente distanciarse del mal, mientras que la otra es aborrecer el mal con todo nuestro ser, debido a nuestro intenso amor por la bien. El no aborrecer al mal permite que un sutil vestigio del mismo, pueda quedarse. Este mero potencial puede permanecer en estado de hibernación hasta que llegue un momento que sea maduro para que emerja. Durante el tiempo del Rey Salomón, el bien que se irradiaba del Rey y del Sagrado Templo en Jerusalem era tan intenso que causó la suspensión de la negatividad en todo el mundo. Pero, no había suficiente luz como para vencer por completo al lado oscuro. Los tiranos y los opresores del mundo antiguo – y las sociedades corruptas que ellos gobernaron – se ablandaron, pero no fueron transformadas. Así que después de la muerte del Rey Salomón y del cisma de la nación Israelita, el mal que estaba temporalmente reprimido volvió a emerger. En la era Mesiánica, el bien y la santidad que se irradiarán serán tan concretos que la negatividad se fundirá a su paso, transformando de manera permanente a la negatividad y convirtiendo al mundo en un lugar de completa piedad y bondad.
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