Dijo Rabí Shimón ben Gamliél: No hubo festividades mayores para el pueblo de Israel que el 15 de Av y Iom Kipur (Talmud, Taanit 26b). Para comprender el significado del 15 de Menajem Av, debemos examinar primero el calendario judío. El aspecto más básico de nuestro calendario es que primariamente es de carácter lunar: un calendario cuyos meses se fijan conforme las fases de la luna. El Zohar explica que el pueblo de Israel marca el tiempo según la luna porque nosotros somos la luna del mundo: tal como la luna, ascendemos y
declinamos en el curso de las noches de la historia, conociendo épocas de crecimiento y disminución, alternando nuestros momentos de plenitud con momentos de tinieblas y oscuridad. Y como la luna, cada una de nuestras regresiones y derrotas no es sino un preludio para un nuevo renacer, otra renovación. La noche en que la luna es visible por vez primera al observador terrestre después de su ocultamiento marca el comienzo de un nuevo mes. Durante las siguientes 2 semanas, el mes judío crece con la luna, alcanzando su clímax en la noche 15, la de luna llena. Luego siguen 2 semanas de constante disminución de la luz lunar, hasta la noche en que la luna oscurece completamente y el mes llega a su conclusión. El renacimiento de la luna, 29 o 30 noches después de su nacimiento anterior, da la bienvenida al próximo mes: un nuevo ascenso a la plenitud, seguido por otro descenso al olvido, seguido por aún otro renacer. En consonancia, el día 15 del mes judío marca el punto eminente de la contribución de ese mes particular a la vida judía. Por ejemplo: Nisan es el mes de la redención y fue en el primer día de Nisan cuando comenzó el proceso de nuestra liberación de Egipto; pero los resultados de este proceso se manifestaron plenamente sólo el 15 de Nisan, con nuestro éxodo concreto de Egipto. Otro ejemplo es el mes de Tishrei. El 1 de Tishrei (Rosh HaShaná) coronamos a Di-s como rey del universo, dedicando la totalidad de la Creación al propósito para el que fuera creada y evocando en Di-s el deseo de continuar creándola y manteniéndola. Pero la celebración de la coronación Divina es eclipsada por los días de solemnidad y temor que ocupan la primera parte de Tishrei y cobra manifestación abierta en la alegre festividad de Sucot, que comienza el día 15 del mes. Lo mismo es cierto de cada uno de los doce meses del año judío. Cada mes posee un aporte y una cualidad singularmente propios, que experimenta un ciclo de disminución y crecimiento, alcanzando su clímax el 15 del mes. En ello radica la especialidad del 15 de Menajem Av. Cuanto mayor es la caída, mayor es el rebote. Esta ley básica de la naturaleza física rige también el flujo del tiempo lunar y las cualidades espirituales que despliega. En consecuencia, el mes de Av posee, el 15 más grande de todos ellos. ¿Pues qué eclipse más oscuro hay que el que precede a la luna llena de Av? La segunda mitad de Tamuz y los primeros días de Menajem Av marcan una brecha en el corazón mismo del universo y la iniciación de un invierno espiritual del que aún debemos emerger. El 17 de Tamuz del año 3828 desde la Creación (68 de la era común), la órbita lunar de la vida judía se balanceó al más empinado declive de su historia de 4000 años. En ese día, los muros de Jerusalén fueron quebrados por los ejércitos romanos; durante las siguientes tres semanas, desde el 17 de Tamuz al 9 de Av, el enemigo avanzó firmemente por Jerusalén, invadió el Gran Templo y el 9 de Av, le prendió fuego. La destrucción del Templo no fue sino la contra-parte física de una pérdida espiritual más profunda. El Gran Templo de Jerusalén era el asiento de la presencia manifiesta de Di-s en nuestro mundo, la fuente de todo lo que es espiritual y Divino en nuestras vidas y el foco de nuestros esfuerzos por implementar el propósito Divino de la Creación, "hacer un lugar de morada para Di-s en el mundo físico". Su destrucción marcó el retiro de la directa y abierta relación entre Di-s y Su creación y el inicio de un estado de galut, un ocultamiento del Semblante Divino. Esta terrible oscuridad porta las semillas de una igualmente gloriosa "luna llena" el 15 de Av, una luna llena que representa el mundo armonioso y perfecto de Mashíaj que es producto y resultado de nuestro largo y amargo galut.
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declinamos en el curso de las noches de la historia, conociendo épocas de crecimiento y disminución, alternando nuestros momentos de plenitud con momentos de tinieblas y oscuridad. Y como la luna, cada una de nuestras regresiones y derrotas no es sino un preludio para un nuevo renacer, otra renovación. La noche en que la luna es visible por vez primera al observador terrestre después de su ocultamiento marca el comienzo de un nuevo mes. Durante las siguientes 2 semanas, el mes judío crece con la luna, alcanzando su clímax en la noche 15, la de luna llena. Luego siguen 2 semanas de constante disminución de la luz lunar, hasta la noche en que la luna oscurece completamente y el mes llega a su conclusión. El renacimiento de la luna, 29 o 30 noches después de su nacimiento anterior, da la bienvenida al próximo mes: un nuevo ascenso a la plenitud, seguido por otro descenso al olvido, seguido por aún otro renacer. En consonancia, el día 15 del mes judío marca el punto eminente de la contribución de ese mes particular a la vida judía. Por ejemplo: Nisan es el mes de la redención y fue en el primer día de Nisan cuando comenzó el proceso de nuestra liberación de Egipto; pero los resultados de este proceso se manifestaron plenamente sólo el 15 de Nisan, con nuestro éxodo concreto de Egipto. Otro ejemplo es el mes de Tishrei. El 1 de Tishrei (Rosh HaShaná) coronamos a Di-s como rey del universo, dedicando la totalidad de la Creación al propósito para el que fuera creada y evocando en Di-s el deseo de continuar creándola y manteniéndola. Pero la celebración de la coronación Divina es eclipsada por los días de solemnidad y temor que ocupan la primera parte de Tishrei y cobra manifestación abierta en la alegre festividad de Sucot, que comienza el día 15 del mes. Lo mismo es cierto de cada uno de los doce meses del año judío. Cada mes posee un aporte y una cualidad singularmente propios, que experimenta un ciclo de disminución y crecimiento, alcanzando su clímax el 15 del mes. En ello radica la especialidad del 15 de Menajem Av. Cuanto mayor es la caída, mayor es el rebote. Esta ley básica de la naturaleza física rige también el flujo del tiempo lunar y las cualidades espirituales que despliega. En consecuencia, el mes de Av posee, el 15 más grande de todos ellos. ¿Pues qué eclipse más oscuro hay que el que precede a la luna llena de Av? La segunda mitad de Tamuz y los primeros días de Menajem Av marcan una brecha en el corazón mismo del universo y la iniciación de un invierno espiritual del que aún debemos emerger. El 17 de Tamuz del año 3828 desde la Creación (68 de la era común), la órbita lunar de la vida judía se balanceó al más empinado declive de su historia de 4000 años. En ese día, los muros de Jerusalén fueron quebrados por los ejércitos romanos; durante las siguientes tres semanas, desde el 17 de Tamuz al 9 de Av, el enemigo avanzó firmemente por Jerusalén, invadió el Gran Templo y el 9 de Av, le prendió fuego. La destrucción del Templo no fue sino la contra-parte física de una pérdida espiritual más profunda. El Gran Templo de Jerusalén era el asiento de la presencia manifiesta de Di-s en nuestro mundo, la fuente de todo lo que es espiritual y Divino en nuestras vidas y el foco de nuestros esfuerzos por implementar el propósito Divino de la Creación, "hacer un lugar de morada para Di-s en el mundo físico". Su destrucción marcó el retiro de la directa y abierta relación entre Di-s y Su creación y el inicio de un estado de galut, un ocultamiento del Semblante Divino. Esta terrible oscuridad porta las semillas de una igualmente gloriosa "luna llena" el 15 de Av, una luna llena que representa el mundo armonioso y perfecto de Mashíaj que es producto y resultado de nuestro largo y amargo galut.