es crítico poder tener un marco contextual dentro del cual analizar la causa de la “enfermedad” y de esta manera establecer un camino para curación.Tanto en su origen histórico como en el interior del individuo, la muerte llega a ser a través de canales espirituales, a saber, la negatividad y el mal. Las acciones humanas abren las compuertas para la indecencia espiritual y la consecuencia es la introducción de la muerte en la experiencia humana. La manera de remover la muerte de la tierra es revirtiendo el proceso – al negarle sus frutos prohibidos a la oscuridad espiritual y utilizando toda nuestra energía exclusivamente para el bien. El mal no surge primordialmente de calderas de abrasadora oscuridad, sino del vacío. A veces no podemos evitar el hundirnos en el adormecimiento y la frivolidad; después de todo somos humanos. Pero, en esos preciosos momentos en los cuales nos encontramos inspirados, podemos aprovechar la inspiración y entregarnos de lleno a ella, o podemos buscarla a medias. Al enfocar toda la energía de ese momento para el bien, trascendemos la negatividad en nuestro interior y cerramos cualquier espacio vacío hacia el cual el mal se pueda arrastrar y donde pueda establecerse. En cierto sentido, al borrar el potencial para el mal (la fuente de la muerte), revelamos la eternidad de nuestra unión con el Creador, por lo menos, por un momento. En la era Mesiánica, esta trascendencia inmortal se convertirá en característica permanente de la experiencia humana. El hecho que todos la experimentaremos y el hecho que esta sea provocada por nuestros propios esfuerzos, significa que está en la capacidad de cada persona el hacer que esto ocurra dentro nuestro.
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