Crepúsculo o bein hashmashot es un término de la Torá para un período de tiempo que marca la transición del día a la noche y un nuevo día. El día calendario corre de anochecer a anochecer; así, el Shabat comienza en la tarde del viernes al caer la noche y culmina al caer la noche del sábado a la noche. "Anochecer" es cuando la luz del día se ha disipado al grado de que tres estrellas medianas son visibles en el cielo. El anochecer,
sin embargo, sólo marca el momento en el que la noche y el nuevo día con certeza ha comenzado. Entre la puesta del sol y el anochecer se encuentra el período definido como "crepúsculo", un período del tiempo con leyes y reglas propias. El día anterior está terminando y el día siguiente está comenzando.Todos y cada uno de los días del tiempo fue creado por Di-s para un propósito específico; cada uno posee cualidades y potenciales propios. Así, los días de nuestras vidas no comienzan simplemente donde terminó el día anterior. Más bien, hay una "brecha" entre ambos que debe ser superada, una transición que ha lograrse. En consecuencia la cualidad y función especial del "crepúsculo", el período que posee cualidades de ambos días y por lo tanto puede zanjar esta brecha y facilitar esta transición. Esto es especialmente cierto de la transición de viernes a Shabat, una transición de trabajo a descanso, de logro a reposo. Una transición entre dos períodos de tiempo que difieren mucho en su función, naturaleza y esencia misma. Nuestros Sabios nos dicen que la semana original de la creación encarna la totalidad de la historia, la que asimismo constituye una "semana": seis milenios de "días laborales", seguidos por un séptimo, un milenio sabático. Así, escribe Najmánides, el primer día de la Creación, que vio la creación de la luz, encarna el primer milenio de la historia, el milenio de Adam, "la luz del mundo", cuando el mundo todavía estaba saturado con el conocimiento de su Creador y era sostenido por la benevolencia de Di-s. El segundo día, en el que el Creador hizo distinción entre los elementos físicos y espirituales de Su creación, produjo un segundo milenio de juicio, como lo refleja el Diluvio que purgó una humanidad corrupta y exceptuó sólo al justo Nóaj y su familia. El tercer día, en el que la tierra surgió del mar e hizo brotar verdor y árboles frutales, encapsula el tercer milenio, en el que Avraham comenzó a enseñar la verdad del Di-s Único y la Torá fue entregada sobre el Monte Sinaí. El cuarto día, en el que Di-s creó el sol y la luna, "las dos grandes luminarias: la luminaria mayor... y la luminaria menor", se corresponde con el cuarto milenio, en el que el Primer Templo (2928-3338) y el Segundo Templo (3408-3828) en Jerusalén sirvieron de morada Divina "de la cual luz emanó al mundo entero". El quinto día, el día de los peces, pájaros y reptiles, se desplegó en las oscuros tiempos sin ley y predatorios del quinto milenio. El sexto día, cuyas horas iniciales vieron la creación de las bestias de la tierra, seguida por la del hombre, es nuestro milenio, uno marcado por imperios enérgicos y poderosos, cuya gobernación bestial será seguida por la llegada del Mashíaj, el hombre perfecto que trae la concreción del propósito Divino en la Creación e introduce al mundo en el séptimo milenio, el "Mundo Venidero", un tiempo de serenidad y paz perfectas. Najmánides también destaca que cada día-milenio es precedido por un "crepúsculo", un período de "superposición" que, mientras técnicamente pertenece al milenio anterior, contiene los comienzos del siguiente. Así, Abraham nació 52 años antes del tercer milenio, el Rey Salomón construyó el Primer Templo 72 años antes del cuarto, y así con cada milenio. En ello radica el significado especial del crepúsculo que sigue al sexto día de la Creación. Pues en el nivel histórico, éste es el crepúsculo que facilita la transición de seis milenios de historia a la era del Mashíaj. La importancia de este tiempo es relevante a nuestra generación. Pues somos nosotros, quienes hemos ingresado al cuarto final del sexto milenio, quienes vivimos el momento más crucial de la historia: el crepúsculo que traduce seis milenios de esfuerzos y logros humanos en la era mesiánica.Nuestro mundo actual es el entorno para la acción y el logro, pero sin la posibilidad de disfrutar, o siquiera percibir, los frutos de nuestra labor. Por el otro lado, el Mundo Venidero es un mundo de máxima recompensa, serenidad y dicha. Esta es la superación de la transición, finalmente cruzar el umbral entre el hoy y el mañana, cuando seis milenios de empeño humano se acercan a su clímax hacia la perfección de los días del Mashiaj.
sin embargo, sólo marca el momento en el que la noche y el nuevo día con certeza ha comenzado. Entre la puesta del sol y el anochecer se encuentra el período definido como "crepúsculo", un período del tiempo con leyes y reglas propias. El día anterior está terminando y el día siguiente está comenzando.Todos y cada uno de los días del tiempo fue creado por Di-s para un propósito específico; cada uno posee cualidades y potenciales propios. Así, los días de nuestras vidas no comienzan simplemente donde terminó el día anterior. Más bien, hay una "brecha" entre ambos que debe ser superada, una transición que ha lograrse. En consecuencia la cualidad y función especial del "crepúsculo", el período que posee cualidades de ambos días y por lo tanto puede zanjar esta brecha y facilitar esta transición. Esto es especialmente cierto de la transición de viernes a Shabat, una transición de trabajo a descanso, de logro a reposo. Una transición entre dos períodos de tiempo que difieren mucho en su función, naturaleza y esencia misma. Nuestros Sabios nos dicen que la semana original de la creación encarna la totalidad de la historia, la que asimismo constituye una "semana": seis milenios de "días laborales", seguidos por un séptimo, un milenio sabático. Así, escribe Najmánides, el primer día de la Creación, que vio la creación de la luz, encarna el primer milenio de la historia, el milenio de Adam, "la luz del mundo", cuando el mundo todavía estaba saturado con el conocimiento de su Creador y era sostenido por la benevolencia de Di-s. El segundo día, en el que el Creador hizo distinción entre los elementos físicos y espirituales de Su creación, produjo un segundo milenio de juicio, como lo refleja el Diluvio que purgó una humanidad corrupta y exceptuó sólo al justo Nóaj y su familia. El tercer día, en el que la tierra surgió del mar e hizo brotar verdor y árboles frutales, encapsula el tercer milenio, en el que Avraham comenzó a enseñar la verdad del Di-s Único y la Torá fue entregada sobre el Monte Sinaí. El cuarto día, en el que Di-s creó el sol y la luna, "las dos grandes luminarias: la luminaria mayor... y la luminaria menor", se corresponde con el cuarto milenio, en el que el Primer Templo (2928-3338) y el Segundo Templo (3408-3828) en Jerusalén sirvieron de morada Divina "de la cual luz emanó al mundo entero". El quinto día, el día de los peces, pájaros y reptiles, se desplegó en las oscuros tiempos sin ley y predatorios del quinto milenio. El sexto día, cuyas horas iniciales vieron la creación de las bestias de la tierra, seguida por la del hombre, es nuestro milenio, uno marcado por imperios enérgicos y poderosos, cuya gobernación bestial será seguida por la llegada del Mashíaj, el hombre perfecto que trae la concreción del propósito Divino en la Creación e introduce al mundo en el séptimo milenio, el "Mundo Venidero", un tiempo de serenidad y paz perfectas. Najmánides también destaca que cada día-milenio es precedido por un "crepúsculo", un período de "superposición" que, mientras técnicamente pertenece al milenio anterior, contiene los comienzos del siguiente. Así, Abraham nació 52 años antes del tercer milenio, el Rey Salomón construyó el Primer Templo 72 años antes del cuarto, y así con cada milenio. En ello radica el significado especial del crepúsculo que sigue al sexto día de la Creación. Pues en el nivel histórico, éste es el crepúsculo que facilita la transición de seis milenios de historia a la era del Mashíaj. La importancia de este tiempo es relevante a nuestra generación. Pues somos nosotros, quienes hemos ingresado al cuarto final del sexto milenio, quienes vivimos el momento más crucial de la historia: el crepúsculo que traduce seis milenios de esfuerzos y logros humanos en la era mesiánica.Nuestro mundo actual es el entorno para la acción y el logro, pero sin la posibilidad de disfrutar, o siquiera percibir, los frutos de nuestra labor. Por el otro lado, el Mundo Venidero es un mundo de máxima recompensa, serenidad y dicha. Esta es la superación de la transición, finalmente cruzar el umbral entre el hoy y el mañana, cuando seis milenios de empeño humano se acercan a su clímax hacia la perfección de los días del Mashiaj.
Colabora con la web y dona a través de PayPal al usuario vienemashiaj@gmail.com