profunda sabiduría que trasciende el mandamiento de ser fructíferos y multiplicarse en el sentido familiar. En adición a la tremenda responsabilidad de criar hijos, nosotros, como pueblo, también cargamos con la responsabilidad de utilizar el mismo tipo de energía en brindarnos por el semejante, unirnos más allá de las diferencias, sostener comunidades. Es una parte de la declaración de nuestra misión como judíos, considerar a nuestros congéneres como una especie de niños y de proveerles sus necesidades materiales, emocionales, espirituales, o las que sean. Ser una nación unificada significa vencer los límites naturales pero superficiales que nos separan en clanes, familias, clases ó razas. Esta obligación de llegar a los demás es especialmente conmovedora en esta época del año, cuando entramos al mes judío de Kislev, el mes de Januca, al igual que el mes de la liberación del Alter Rebe, el 19 y 20 de Kislev, conocido como el Rosh Hashaná del Jasidismo. Esta dos festividades contienen un mensaje similar. Uno no supera a la oscuridad luchando contra ella, sino aumentando la luz. En Januca celebramos la victoria del bien y la liberación de la opresión y de la tiranía, una victoria que se convertirá en permanente con la venida de Mashiaj. El 19 y 20 de Kislev celebramos el génesis de una nueva luz y de una nueva dirección dentro del judaísmo con el advenimiento del pensamiento Jasídico, un anticipo de la sabiduría, amor y armonía revelados que experimentaremos en los días del Mashiaj.
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