Ohel de Hilel y sus alumnos en Miron, Israel |
La eternidad de las leyes de la Torá y las diversas etapas por las que el mundo pasa de ser comandado, hasta volverse uno con, la voluntad Divina, son ejemplificados por la siguiente declaración de Pirké Avot en el Talmud: "Toda disputa que es en aras del Cielo, está destinada a perdurar... ¿Cuál es una disputa que es en aras del Cielo? La disputa entre Hilel y Shamái". Hilel y Shamái, quienes vivieron en el Siglo 1 antes de la Era Común, fueron los fundadores de 2 importantes escuelas de estudio de la Torá conocidas como "la Casa de Hilel" y "la Casa de Shamái". Estas 2 escuelas sostuvieron
enfoques diferentes en muchos puntos de la ley, al grado de que las disputas de Hilel y Shamái son el prototipo de todas las "disputas en aras del Cielo", los desacuerdos entre los sabios de la Torá abocados al estudio de la voluntad Divina y su implementación en la vida física. ¿Pero por qué decimos que tales disputas están "destinadas a perdurar"? ¿No debería ser nuestro objetivo resolver la disputa y confirmar qué es lo que Di-s quiere que hagamos? De hecho, la Torá provee la fórmula mediante la cual semejantes disputas han de ser dirimidas: "Seguirás a la mayoría". Una vez que un tema es sometido a votación, la opinión mayoritaria se convierte en ley de la Torá, la voluntad inequívoca de Di-s. Todos, incluyendo a aquellos que anteriormente estaban convencidos de que la Torá debía comprenderse de otra manera, están obligados a someterse al fallo final. Y aún así, la opinión minoritaria no es rechazada. Como cuenta el Talmud, siguiendo a una discusión entre la Casa de Shamái y la Casa de Hilel, "una voz celestial proclamó: "Estas y éstas son palabras del Di-s viviente". Puesto que estamos hablando de individuos que discuten en aras del Cielo, que están totalmente dedicados a la Torá, y que aplican sus mentes a su comprensión libres de todo prejuicio y móvil personal, sus argumentos son "palabra del Di-s viviente". La Torá, por su propio testimonio, "no está en el cielo". Di-s deseó que Su palabra fuera filtrada a través de la mente del erudito de Torá y que el resultado constituyera la voluntad Divina. En el mundo concreto del acto físico, sólo una única opinión puede llevarse a cabo. Cuando dos personas se presentan ante una corte de ley de la Torá para litigar un préstamo disputado, sólo puede haber uno único fallo: el demandado adeuda el dinero, o no lo adeuda. Cuando un buey es faenado y su kashrut está en duda, sólo puede existir una única decisión: la carne es kasher y permitida para el consumo, o está prohibida. En consecuencia, la provisión de la Torá que las diferencias de opinión entre los Sabios de la Torá se diriman siguiendo a la mayoría. Pero los principios y razonamientos detrás de las dos (o más) opiniones son, todos, expresiones genuinas de la voluntad Divina. Si la opinión minoritaria no puede implementarse en el plano físico, sus aplicaciones espirituales pueden,y deben, concretarse. Pues el mundo del espíritu tolera (de hecho recibe con beneplácito) opuestos conceptuales. La persona puede verse simultáneamente atraída y repelida, ser humilde y orgullosa, afligirse y alegrarse. Cuando dos opiniones de Torá abogan verdades contrastantes, ambas han de ser abrazadas como palabras del Di-s viviente.Ohel de Shamai, arroyo de Mirón, Israel |
Una disputa que es en aras del Cielo no es algo a resolverse. No hay error o visión equivocada a ser repudiada o excluida. Por el contrario: ésta es una disputa que perdura, del modo en que rostros diversos de la verdad Divina se asimilan en el alma humana. El cabalista del Siglo 16, Rabí Itzjak Luria (el "Arí"), lleva esto un paso más allá: no
solamente son tanto las palabras de la Casa de Shamái como las de
Hilel imperecederas en el nivel conceptual, sino que cada una tiene su
tiempo y lugar también en el nivel pragmático. En nuestro mundo actual, seguimos los dictámenes de la Casa de Hilel, la que constituyó la mayoría de los Sabios de la Torá. Pero en la era del Mashiaj la opinión mayoritaria cambiará en favor de la Casa de Shamái
y sus fallos serán entonces implementados en nuestras vidas
físicas. Esto refleja el cambio en la naturaleza de la realidad que
representa la era mesiánica. Hablando en términos generales, la Casa de Hilel tendía a un estudio más indulgente de la ley de la Torá, en tanto que la Casa de Shamái asumía la óptica más estricta. En
nuestra realidad actual, donde los mandamientos Divinos deben imponerse
a un mundo imperfecto, las decisiones de la Casa de Hilel representan
el máximo de concordancia con la voluntad Divina, mientras
que las de la Casa de Shamái representan un ideal que es extremadamente
excelso para nuestro estado presente y sólo pueden concretarse en el
nivel conceptual. En la era del
Mashíaj la situación se revertirá: un mundo perfeccionado abrazará la
más exigente aplicación de la ley de la Torá expresada por la Casa de
Shamái, en tanto que la escuela de Hilel de estudio perdurará sólo
conceptualmente. En última instancia, sin embargo, ni nuestro
mundo actual ni la era del Mashiaj pueden concretar de manera absoluta
la ley Divina. En estos dos mundos, las decisiones de la Casa de Shamái y
las de la Casa de Hilel pueden coexistir únicamente en el nivel
conceptual. Físicamente, las leyes de la existencia dictan que una debe
ceder paso a la otra. De hecho, ni siquiera podemos concebir la
posibilidad de un acto simultáneamente realizado y no realizado. Pero
las leyes de la existencia física son parte ineludible de la creación de
Di-s y, obviamente, no limitan a su Ideólogo y Creador. Por
consiguiente, un mundo que es uno con su Creador no está, tampoco,
sujeto a estas leyes. En el Mundo por
Venir, las disputas entre la Casa de Hilel y la Casa de Shamái
perdurarán en todos sus aspectos, incluyendo el de su aplicación
pragmática. Todos los rostros de la palabra de Di-s se concretarán en
todos los niveles, incluyendo el físico, donde las verdades
contrastantes existirán mano a mano como lo hacen hoy en el plano
espiritual.
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