vino un monarca, sitió la ciudad, sus soldados cayeron en combate y tampoco pudo tomarla cautiva. El monarca no se dio por vencido, revisó las murallas y notó que estaban todas fisuradas y con agujeros. Por cuanto que se quedó sin soldados, llamó a los niños, las mujeres y los ancianos para terminar el ataque y así conquistó la ciudad. En nuestra realidad actual, los grandes de la historia ya destruyeron las paredes del exilio y están haciendose pedazos. Es suficiente con las pequeñas personas de nuestra generación para terminar el trabajo y traer al Mashiaj ya.
Adaptado de las enseñanzas de Rabí Najman de Breslev