Un rey envió a su hijo fuera del país por un tiempo sin decirle cuanto duraría su ausencia. Antes de despedirse le dijo: “Hijo mío, al lugar donde te envío hay personas desdeñables que te harán sufrir. Te afligirán y golpearán, pero deberás fortalecerte, no olvidar que eres el hijo del rey y no conducirte con maldad como ellos, solo actuar como te enseñé. Entonces me añorarás y yo también te añoraré. Llegará el día que te encontraré, te sacaré de allí y te daré un lugar tan importante como el mío”. Se asustó el príncipe y le preguntó al padre cuanto duraría su exilio. El rey le contestó: “Querido hijo, no puedo revelarte la fecha pues es secreta, pero te daré una clara señal. Durante toda tu estadía serás perseguido y te propondrán dejarte en paz solo con la condición de que te comportes como ellos. Pero si no aceptas, amargo será tu final. Te harán sufrir, te oprimirán pero no te matarán. Luego llegará un momento que serás castigado con crueldad, para eliminarte sin ninguna razón de por medio. Entonces sabrás que es el momento en el que vendré a liberarte”.
Desde que se destruyó el Gran Templo de Jerusalem, surgieron decretos terribles contra el pueblo de Israel. Si nos hubiéramos mezclado entre los pueblos hubiéramos evitado esto. Hubo grandes malvados que nos oprimieron y nos quisieron obligar a renunciar a nuestro judaísmo. Pero no cedimos. Ahora llegó el momento que nos persiguen sin motivo para destruirnos y matarnos. Pero sabemos que es la clara señal, que nuestro padre celestial nos sacará del exilio y nos traerá la liberación total.
(Baal Shomer Emunim)
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