Reb Dov Ber se retiró a sus aposentos y a la cama, cansado del largo día de viaje. Muy pronto la casa estuvo silenciosa, los campos a su alrededor calmos. Solamente el ocasional ladrar de un perro de alguna finca rompía el silencio de la noche. Y el reloj de pared – su tictac era tan asombroso, no permitía dormir a Reb Dov Ber. Él se revolcaba en su cama. Se despertó y comenzó a caminar por la habitación.Versículos de los Libros de los Profetas inundaron su mente, canciones de liberación y esperanza. El trató de acostarse nuevamente, pero el reloj continuaba con su tictac, hasta cuando el se vio obligado a bajarse de la cama una vez mas. Así pasó la noche, caminando por la habitación en ansiosa anticipación. En la mañana el rabino, cansado pero entusiasmado se acercó al posadero. “Donde conseguiste el reloj de la habitación?” preguntó. “Ese reloj? Bueno, hace algunos años otro rabino permaneció en esa habitación, Reb Iosef de Turchin, el hijo de aquel tzadik, el Joze (vidente) de Lublin. Él vino por solamente una noche, pero el clima se tornó malo y él se vio obligado a permanecer por varios días. Al final, se percató que no tenía suficiente dinero para pagar la cuenta, de manera que él cubrió la diferencia entregándome ese reloj. El dijo que lo había heredado de su padre.” “Ahora comprendo por que no pude dormir,” dijo Reb Dov Ber. “la mayoría de los relojes en el mundo solamente causan depresión, ya que cuentan las horas que han transcurrido – otro día perdido, otra oportunidad que se fue. Pero el reloj del santo Vidente de Lublin cuenta el tiempo por venir – otro minuto mas cerca de la redención final, otro segundo mas cerca de la era de la paz universal.
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